miércoles, 18 de diciembre de 2013

A LOS BOTES


Aunque le moleste al Gobierno (y mucho), el clima de fin de ciclo es algo más que una instalación mediática. La crisis generada a partir de la rebelión policial se parece muchísimo a las que acompañan los últimos días de cualquier Presidente de los 30 años pasados. La diferencia es que todavía quedan casi veinticuatro meses para el recambio. Se nos presenta un panorama parecido a una larga agonía, que solo podría verse interrumpida por la decisión de tirar del mantel y retirarse antes de arder en las llamas del desastre que parece avecinarse.

Claro que no es tan fácil. Hay tres cuestiones que dificultan enormemente las posibilidades de una renuncia por “cuestiones de salud” que ponga a la Presidente a salvo de heridas en su narcisismo. La primera es que, en las condiciones actuales de la economía resulta urgente y necesario aplicar un ajuste ortodoxo en toda la regla. Los posibles herederos quieren que lo realicen los que se van a ir (los que van a morir, te saludan). La dosificación de la que parecen ser partidarios los integrantes del equipo económico, solo sirve para alargar el momento de la decisión final y aumentar su costo. Inflación, dólar sobrevaluado y tarifas subsidiadas son las causas de un efecto terrible para las economías capitalistas subdesarrolladas: la distorsión de los precios relativos. No hay parámetro para saber cuánto vale qué cosa. El apodo dado a Kicillof de “soviético”, no sólo desconoce la complejidad de la economía planificada de la desaparecida URSS (con sus tremendas debilidades y su aplastante peso burocrático), si no que resulta útil a la derecha liberal, deseosa de un shock que la devuelva al centro de la escena económica, y a la pseudo-izquierda  partidaria del feudo-progresismo, que encuentra nuevos motivos para defender las medidas del Gobierno Nacional y (cada vez menos) Popular.

La segunda cuestión está íntimamente ligada con la primera. La presidente y sus íntimos han robado demasiado. Si Menem fue un ladrón estructural e institucional, entregando el conjunto de la economía nacional a las voraces manos de cualquiera dispuesto a hacerse cargo, el matrimonio Kirchner y su círculo íntimo parecen haber superado ampliamente al Sultán de Anillaco en el uso del Estado para el enriquecimiento personal. Todos los días aparecen nuevas revelaciones escandalosas sobre negocios y negociados que involucran a las más altas magistraturas del País. Licitaciones truchas, testaferros, coimas, lavado, etc., dejan cada vez más y más en claro que los Kirchner asumieron en su momento un discurso “progresista” por necesidad, así como antes habían defendido el discurso liberal: la cuestión era construir poder. ¿Sólo para enriquecerse?. Ellos lo sabrán. Pero no fue, como pretendía (¿y aun pretende?) el coro de supuestos progres que los aplauden, para realizar ninguna revolución. Lo cierto es que se van y necesitan garantías que no van a pasar el resto de sus días trajinando tribunales declarando en causas por corrupción. Para que los que van a venir a ocupar su lugar y a los cuales los jueces de la Nación demostrarán la misma fidelidad prodigada al actual Gobierno, les perdonen la vida, deben dejar las cuentas en buenas condiciones. Para que los que suframos las consecuencias nos quejemos lo menos posible el Gobierno tiene a Milani, Berni, la Ley Anti terrorista y una Policía contenta, porque a los negocios habituales puede sumarle ahora un sueldo más o menos actualizado. Policía con aumento, reprime contento.

 La tercera cuestión que traba la idea de irse antes es, paradoja del destino, la tropa propia. Una recua de funcionarios medios y bajos que nunca soñaron con estar en lugares de poder. Llegados a sus sillones repletos de ideales, hoy se preocupan esencialmente por no perder esos sillones. Ya importa poco si esto no tiene nada que ver con lo que pregonaron durante años. Ni siquiera intentan justificar(se) las acciones del Gobierno como “el progresismo posible en las condiciones de Argentina y el mundo hoy”. No. Alcanza con mirar para otro lado y seguir cobrando. Y, esa es su misión en la hora, luchar por lograr puentes con los posibles sucesores. Mostrar a la futura Administración que son imprescindibles. O útiles. O inútiles, pero no molestan. La cuestión es seguir. Para eso necesitan tiempo; un corte abrupto, una salida destemplada de la Presidente los dejaría con poco y nada para negociar continuidades. Es preferible “cumplir con el mandato popular”, a los garrotazos si es necesario, pero no perder el sueldito. Y los negocios, la plata necesaria para “hacer política”. Lo reconozco, estos son los que más asco me dan. Será que muchos compartieron (o simularon compartir) sueños e ideales. Será que son el espejo de aquello en lo que pude haberme convertido. Será que duele que hayan vendido su ideología a tan bajo precio. Será…

Así que estamos en el final. Y promete ser a toda orquesta. Se llevaron puestas aquellas formas originales de lucha como fueron los organismos de Derechos Humanos, las organizaciones piqueteras y la CTA. Vacío ese espacio, comienza a ser ocupado por el Frente de Izquierda y los Trabajadores, cuyo crecimiento electoral lo hará estallar en pedazos. Una oposición que es más de lo mismo y, por lo general, peor. Una situación social que, contra el discurso oficial, ha empeorado en la década ganada y un claro deterioro de la “Democracia representativa”, fenómeno éste de carácter mundial. ¿Cóctel explosivo?. Sin dudas.

Pero contra todo pesimismo, surgen formas nuevas de organización y lucha. La Historia no se termina. Los hombres todavía estamos aquí.

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