miércoles, 4 de diciembre de 2013

LA GRIETA DE LANATA


El famosísimo conductor de Tv y Radio Jorge Lanata, aprovechó la frívola fiesta de entrega de los Martin Fierro para esbozar su teoría de “La Grieta”, es decir la separación, producida según él fundamentalmente por el Gobierno, entre Kas y anti-Kas. Ese enfrentamiento, siguiendo sus razonamientos, es profundo porque “es cultural”.

Lanata es un hombre talentoso en el manejo de, con y por los medios. Su talento solo es superado por su ego. Es capaz de sintetizar en slogans y frases convincentes situaciones muy complejas. Pero no siempre convincente es igual a verídico y hay cosas que no pueden simplificarse sin quitarles su verdadero sentido.

La grieta a que se refiere Lanata no es tan profunda como lo dice o quiere. La diferencia entre lo que enuncia y lo que ocurre es la misma que existe entre opinión pública y opinión publicada. Entre el común de la población, la adhesión  o no al kirchnerismo no tiene ribetes tan dramáticos; la gente puede votarlos en 2011 dándoles amplia mayoría y dos años después desembarazarse de ellos votando otras opciones. La grieta, en términos lanatianos, se produce en sectores de supuestos formadores de opinión, ligados a los medios, y un porcentaje pequeño de la población acostumbrada a opinar en los ilegibles foros de los diarios y en algunas redes sociales. Para el resto, las fisuras sociales pasan por otro lado.

No vamos a hablar en este caso de la principal división social que se da en el sistema capitalista, que es la división en clases. Aunque es el trasfondo, la base sobre la que se asientan otras divisiones. Para muestra de las fracturas sociales que creo sí son importantes, veamos los saqueos que, al momento de escribir estas líneas, se están produciendo en Córdoba.

Casi unánimemente los medios han calificado a los saqueadores como “delincuentes”. Según los opinadores, el hecho que roben zapatillas, televisores, ropa o motos, los descalifica. Existiría un “saqueador bueno”, famélico pero noble, que entra a los súper en busca de fideos y leche y solo viola las leyes vigentes por hambre. Para los otros, ni justicia.

Lo primero que hay que decir es que en estos casos, como en muchos otros, el puntapié inicial es dado por ese personaje semiautónomo creado por el sistema, al que llaman “puntero”. El mismo que, de resultar conveniente, acata las decisiones de su patrón político, puede ir incluso contra los intereses de éste si eso le ayuda a conservar su clientela que es, en definitiva, la que le permite negociar con los de arriba y cambiar apoyo por prebendas.  El puntero es una de las creaciones más perversas del sistema político actual. Capaz de responder a cualquiera dispuesto a pagarle, gradualmente va dejando a sus patrones políticos para servir a narcotraficantes, mucho más estables en su poder y generosos en los pagos.

Pero la base del poder del puntero es su clientela. Y ésta está compuesta por aquellos sectores excluidos de la sociedad en los ‘90 e incorporados en los últimos años en una relación subordinada, clientelar, que agudiza y prolonga su marginalidad. El núcleo de esa clientela son jóvenes. Los Ni Ni; los que fueron y luego abandonaron las devastadas escuelas estatales; a los que se les muestra permanentemente un mundo de consumo al que NUNCA van a poder acceder; los que saben que el sinónimo de éxito en esta sociedad es TENER, no importa cómo; los clientes principales de drogas y alcohol baratos que los destruirán en poco tiempo; los que saben que los corruptos no pagan y que la Policía no está para cuidarnos si no para hacer negocios; los que son conscientes que su vida no vale nada y por lo tanto tampoco la de los demás; los que están jugados.

Junto a los saqueos figuran hoy otras noticias. Elijo dos: las pruebas PISA demuestran que el 70% de los adolescentes argentinos no comprenden lo que leen y otro testigo complica aun más al vicepresidente de la Nación en el escándalo de corrupción de la empresa Ciccone.

Las grietas verdaderas, querido Lanata, pasan por ahí.

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