El famosísimo conductor de Tv y
Radio Jorge Lanata, aprovechó la frívola fiesta de entrega de los Martin Fierro
para esbozar su teoría de “La Grieta”, es decir la separación, producida según
él fundamentalmente por el Gobierno, entre Kas y anti-Kas. Ese enfrentamiento,
siguiendo sus razonamientos, es profundo porque “es cultural”.
Lanata es un hombre talentoso en
el manejo de, con y por los medios. Su talento solo es superado por su ego. Es
capaz de sintetizar en slogans y frases convincentes situaciones muy complejas.
Pero no siempre convincente es igual a verídico y hay cosas que no pueden
simplificarse sin quitarles su verdadero sentido.
La grieta a que se refiere Lanata
no es tan profunda como lo dice o quiere. La diferencia entre lo que enuncia y
lo que ocurre es la misma que existe entre opinión pública y opinión publicada.
Entre el común de la población, la adhesión
o no al kirchnerismo no tiene ribetes tan dramáticos; la gente puede
votarlos en 2011 dándoles amplia mayoría y dos años después desembarazarse de
ellos votando otras opciones. La grieta, en términos lanatianos, se produce en
sectores de supuestos formadores de opinión, ligados a los medios, y un
porcentaje pequeño de la población acostumbrada a opinar en los ilegibles foros
de los diarios y en algunas redes sociales. Para el resto, las fisuras sociales
pasan por otro lado.
No vamos a hablar en este caso de
la principal división social que se da en el sistema capitalista, que es la
división en clases. Aunque es el trasfondo, la base sobre la que se asientan
otras divisiones. Para muestra de las fracturas sociales que creo sí son
importantes, veamos los saqueos que, al momento de escribir estas líneas, se
están produciendo en Córdoba.
Casi unánimemente los medios han
calificado a los saqueadores como “delincuentes”. Según los opinadores, el
hecho que roben zapatillas, televisores, ropa o motos, los descalifica.
Existiría un “saqueador bueno”, famélico pero noble, que entra a los súper en
busca de fideos y leche y solo viola las leyes vigentes por hambre. Para los
otros, ni justicia.
Lo primero que hay que decir es
que en estos casos, como en muchos otros, el puntapié inicial es dado por ese
personaje semiautónomo creado por el sistema, al que llaman “puntero”. El mismo
que, de resultar conveniente, acata las decisiones de su patrón político, puede
ir incluso contra los intereses de éste si eso le ayuda a conservar su
clientela que es, en definitiva, la que le permite negociar con los de arriba y
cambiar apoyo por prebendas. El puntero
es una de las creaciones más perversas del sistema político actual. Capaz de
responder a cualquiera dispuesto a pagarle, gradualmente va dejando a sus
patrones políticos para servir a narcotraficantes, mucho más estables en su
poder y generosos en los pagos.
Pero la base del poder del
puntero es su clientela. Y ésta está compuesta por aquellos sectores excluidos
de la sociedad en los ‘90 e incorporados en los últimos años en una relación
subordinada, clientelar, que agudiza y prolonga su marginalidad. El núcleo de
esa clientela son jóvenes. Los Ni Ni; los que fueron y luego abandonaron las
devastadas escuelas estatales; a los que se les muestra permanentemente un
mundo de consumo al que NUNCA van a poder acceder; los que saben que el
sinónimo de éxito en esta sociedad es TENER, no importa cómo; los clientes
principales de drogas y alcohol baratos que los destruirán en poco tiempo; los
que saben que los corruptos no pagan y que la Policía no está para cuidarnos si
no para hacer negocios; los que son conscientes que su vida no vale nada y por
lo tanto tampoco la de los demás; los que están jugados.
Junto a los saqueos figuran hoy
otras noticias. Elijo dos: las pruebas PISA demuestran que el 70% de los adolescentes argentinos no comprenden lo que leen y otro testigo complica aun más al
vicepresidente de la Nación en el escándalo de corrupción de la empresa
Ciccone.
Las grietas verdaderas, querido
Lanata, pasan por ahí.
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