¿De dónde salieron? ¿Por qué se comportan así? ¿Por qué nos hacen
esto?.
Muchos integrantes y
simpatizantes del Gobierno se hacen esas preguntas mientras miran por TV a
grupos de jóvenes saqueadores que prefieren las altas llantas a los fideos
baratos (después, en algo que muestra el camino hacia la idiotez que vamos
transitando como sociedad, muestran orgullosos el botín en Facebook).
“La culpa es de la Policía.” “ La culpa es del neoliberalismo.” “ La
culpa es de la delincuencia”, ensayan a ciegas.
Cuentan que, ya exiliado en
París, luego del bombardeo de la Legión Cóndor, Pablo Picasso pintó el Guernica
en dos meses. A la presentación de esa obra monumental concurrió el embajador
nazi. Con el ceño fruncido, miró la obra y preguntó en voz alta: “¿Quién hizo
esta porquería?”. La respuesta de Pablo fue rápida y sencilla: “Ustedes”.
Los jóvenes saqueadores son el
producto de la década de Menem, pero también de ésta. Al incendio social producido en los 90, con
hogares en los que la desocupación se convirtió en crónica, con familias
desarmadas por el hambre, con jóvenes y niños criados sin esperanza de un
futuro mejor, con una marginalidad que excede la cuestión económica para
instalarse plenamente en lo social y, lo mas difícil de revertir, en lo
cultural, el Gobierno de los Kirchner le opuso sus políticas sociales,
elogiadas muchas veces hasta por la oposición.
Pero los planes diseñados para ir
en socorro de los desesperados, lejos de ser transitorios para transformarse
luego en derecho de ciudadanía, se quedaron allí en su peor versión: el
clientelismo puro y duro. En manos de punteros, Intendentes y Gobernadores,
esos planes se transformaron en un pacto espurio: plata por fidelidad política,
plata por asistencia a actos partidarios, plata por decir y hacer lo que el
puntero indique. La lógica de construcción política de los últimos años generó nuevas formas de vivir y sobrevivir para una parte importante de la población,
especialmente los jóvenes.
Son esos mismos jóvenes los que
se reflejan en las estadísticas de las últimas pruebas PISA: El 70% de los
estudiantes secundarios de la Argentina, no entienden o entienden muy poco de
un texto simple. El nivel de comprensión de la realidad que los rodea no les alcanza siquiera para desenvolverse en
tareas banales, en trabajos elementales. Es decir, no pueden aportar a la
sociedad ni integrarse a ella. Y lo peor: están incapacitados para proyectarse
hacia el futuro.
Estos jóvenes son objeto de una
publicidad feroz que los insta a tener. Ropa, calzado, aparatos electrónicos,
motos, etc., que por lo general, quedan fuera de su alcance económico. En una
sociedad que no valora el saber pero si el tener, ellos se saben excluidos. La
Buena Gente que puebla nuestro País, y en especial las grandes urbes, se
conmueve con lo que les pasa a los pobres indiecitos de Formosa cuando lo pasan
por televisión. Pero desprecia al negro de mierda de los barrios conurbanos. Y
se los demuestra en cuanto puede. La exclusión es material y simbólica.
Son también hijos de familias
quebradas, desencantadas, que ya no creen que sus hijos vivirán mejor. La idea tan
común, en otros tiempos, de la Argentina del ascenso social, se ha perdido. Ya nadie cree que a
través del estudio y el trabajo duro la próxima generación vivirá mejor que la
actual.
Son en buena medida los NI-NI. No
trabajan ni estudian. Para colmo, el auge neoliberal destruyó los espacios
tradicionales de socialización y contención extra-escolares. Clubes, Sociedades
de Fomento y hasta los clásicos potreros de barrio han desaparecido, barridos
por el individualismo. Si querés jugar al futbol, pagá la cancha. Así que el
espacio de socialización es la esquina, cerca del kiosco, con la birra a mano y
parada del transa.
Esta es la mano de obra para los
saqueos. Y para mil cosas más. No tienen nada que perder, por que no tienen
nada.
Vuelve la pregunta: ¿Quién hizo ésta porquería?.
Y la respuesta obvia: Ustedes.
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