martes, 18 de diciembre de 2012

SABBATELLA



Muy lejos en el tiempo, la imagen de un Martin Sabbatella militando en la Fede (Federación Juvenil Comunista), dirigiendo a los estudiantes secundarios de la Pcia. de Buenos Aires, repartiendo fé en el triunfo final del Socialismo, trabajando diariamente en la construcción de una nueva sociedad, de un hombre nuevo; emocionándose hasta las lágrimas ante la imagen del Che caído en Bolivia, superando con consignas revolucionarias y anatemas para los traidores la crisis de la que su partido ya no se recuperaría, militando con la vista puesta en el futuro…

La caída del muro y el fin de la URSS lo sorprendieron. Como a muchos, como a la mayoría.

Comenzó a buscar nuevos espacios donde volcar su vocación política, sus deseos de transformación social. No es criticable. Puso en revisión muchas de sus convicciones, desechó aquellas que la praxis había demostrado erróneas y empezó de nuevo. Adoptó puntos de vista que unos años antes hubiera descartado de plano por reformistas y socialdemócratas. Casi en soledad, se reconstruyó. Y enfrentó a poderosos barones mafiosos. Su voluntad movida por su vocación lo llevaron al éxito: gobernó con eficiencia su pago chico. Ya sin la pretensión de voltear de una vez y para siempre al sistema capitalista, demostró que se lo puede conducir de manera distinta, llevándolo hasta sus propios límites.

Aquella fue la base que le permitió soñar con ámbitos mayores. El bien ganado prestigio de administrador honesto y eficaz lo proyectó hacia un horizonte más amplio. Sabía que el camino era largo y arduo. Que lo que había enfrentado hasta allí se multiplicaría por cien. Pero estaba convencido que era necesario y se lanzó a la aventura de desafiar a poderes arraigados y añejos. Era joven, tenía tiempo.

¿Qué pasó después?. Quiso cortar camino. Tal vez pensó que el ritmo que llevaba era lento, demasiado lento. Y olvidó la historia. Aquella que nos cuenta del Partido Laborista, del Partido Socialista de la Revolución Nacional, del Partido Intransigente, de la Ucedé y tantos otros etcéteras. El peronismo, esa enorme maquinaria de acceso y conservación del poder, deglute a sus hijos como el Cronos mitológico. Y a los primero que devora es a los adoptivos…
Odiado por los verdaderos dueños de los votos clientelares (los barones del conurbano, nombre gracioso para designar a una parte de  la mafia bonaerense), Martín Sabbatella ha decidido continuar su carrera política haciendo los mandados a Cristina Fernández. Ató su futuro a la Voluntad Presidencial, justo en el momento en que parece languidecer el fuego del poder Kirchnerista. Abandonó toda pretensión de “apoyo crítico” y se sumó, sin importarle lo que dejaba atrás, al barco conducido por la Presidenta. No entiende que para los que ya estaban allí siempre será un polizón.

Cuando la re-re no se dé, veremos a los sospechosos de siempre lanzarse al abordaje de la lancha sciolista. Los Aníbal, y con él los de su calaña, ofrecerán su verba inflamada al nuevo mascarón de proa del peronismo. “El que gana conduce y el que pierde acompaña”, se justificarán para apoyar a quien hoy presentan como un exponente de la derecha y sensible a aprietes corporativos. Los nuevos ganadores los aceptarán; son peronistas, al fin y al cabo. Pero habrá sacrificios en el altar de la unidad…

Hasta allí llegará Sabbatella. Su cabeza en la pica será el trofeo que exhibirán los Intendentes del conurbano como ejemplo de lo que el peronismo reserva para “los infiltrados”. Ellos son, simplemente, incorregibles.  

1 comentario:

  1. La lancha sciolista bien puede ser reemplazada por la cacciola massista. No cambia la sustancia del comentario; en todo caso lo actualiza.

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