¿Cómo empezó todo? Sin dudas con el Gran Estallido.
En el año 2001 el experimento neoliberal argentino
denominado convertibilidad tocaba a su fin. La ilusión vendida a (y comprada
por) los argentinos que un peso era equivalente a un dólar, estallaba por los
aires y sus esquirlas terminaban de destruir un País devastado desde 1976. Las
calles se poblaron de protestas, de argentinos hartos de lo que ayer nomás les
parecía bien. “Que se vayan todos”, era la consigna que se enarbolaba, producto
del hartazgo de una dirigencia política corrupta hasta extremos impensables y a
la que se veía como la principal responsable de la decadencia nacional.
En ese breve lapso de primavera callejera se gestaron
algunas formas de participación inéditas: las asambleas populares (en las que
algunos sectores de izquierda creyeron ver el germen del poder dual y a las
que, con su apuro, ayudaron a desactivar) y la confluencia de sectores sociales
históricamente separados, resumida en la consigna “piquete y cacerola, la lucha
es una sola”. Pero aquello fue, en términos históricos, fugaz. No alcanzó a
consolidar un programa mínimo de propuesta alternativa y se diluyó, para alivio
de los políticos tradicionales que ganaban así tiempo para repensar la
situación.
Pero otros sectores más arraigados habían jugado
un papel importante en la lucha contra la dictadura y luego contra el califato
de Menem. Caídas por la represión y/o el descrédito muchas de las formas
organizativas tradicionales, habían surgido a lo largo de los años, otras
nuevas: Los organismos de Derechos Humanos, con un infinito prestigio ganado en
la lucha antidictatorial; la Central de Trabajadores Argentinos, expresión de
un sindicalismo de base alejado de las prácticas burocráticas tradicionales y
los movimientos de Desocupados, expresión de la lucha organizada de los excluidos
por la aplicación de políticas dictadas por el FMI. La dinámica generada por estas
organizaciones obligaba a pensar en ellas a la hora de reorganizar el País.
El ex Gobernador Duhalde, llegado a la Presidencia en esos
tumultuosos días en que se sucedieron 5 presidentes en un par de semanas,
adoptó, forzado por la situación, la decisión económica más importante desde
aquellos tiempos hasta hoy: salió de la convertibilidad y devaluó el peso. Esa
simple medida de crear una barrera para-arancelaria bastó para que, en poco
tiempo, se pusiera en marcha una reactivación basada en el
aprovechamiento de la capacidad industrial ociosa. La discutible dedicación de
buena parte de las mejores tierras al cultivo de la soja transgénica y el ciclo
al alza de los precios internacionales de ésta, generaron un contexto para una
mejora sustancial en las condiciones de vida de la población. Duhalde, llegado
al poder por la ventana del baño, comenzaba a soñar con quedarse allí. El
asesinato de los jóvenes Maximiliano Kosteki y Darío Santillán en la dura
represión a una manifestación callejera, lo volvieron a la realidad: la
sociedad argentina no estaba dispuesta a soportar más muertes.
Solo quedaba irse. Convocó a elecciones
presidenciales y renunció a presentarse como candidato. No fue un gesto de
grandeza, si no el reconocimiento de la situación: ni su familia lo hubiera
votado.
(continuará)
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